FÃjase, sobre todo, en la duplicidad de los nombres de lugares y cómo éstos se nos presentan con el nombre semÃtico y el que luego le dieron los griegos, traduciendo éstos el nombre que a un lugar le pusieran los fenicios a la vez que lo conservaban. Y esto me recuerda lo que en cierta ocasión nos decÃa mi inolvicable maestro, D. Lázaro Bardón, hablándonos del rÃo Guadix: "Vinieron los semitas y le llamaron Ix -decÃa,- que significa 'rÃo'; llefaron luego los árabes y le llamaron Wad-ix, es decir, el rÃo rÃo, y por último le llamanos nosotros el rÃo Guadix, esto es, el rÃo rÃo rÃo. Es como el puente de Alcántara, es decir, el puente del puente".
Volviendo a Bérard y Ulises, no puede negarse que es ingeniosÃsimo cuanto el erudito francés hace por determinar la posición de los parajes que recorrió el astuto heleno, sirviéndose para determinarlos de un cotejo entre el texto de la Odisea y el de las Instrucciones náuticas y Derroteros para uso de los marinos. Y no es el menos sorprendente de sus descubrimientos el de que la isla de Calipso, en que esta encantadora retuvo a Ulises, fue la actual isla del Perejil, adquiriendo asà este indecente islote una importancia en que ni aún soñaba. Bien se ha dicho que Dios ensalza a los humildes.
De este de que el islote del Perejil sea, según Bérard, la isla de Calipso, es de lo que dió cuenta el señor Baquero; pero queda otra cosa más sorprendente aún y es que, según el mismo ingenioso investigador, la tal isla es la que ha dado a España su nombre. No quiere decirse que España haya de llamarse Perejil, sino que el nombre de Hispania o Spania fue aplicado en un principio a ese islote y de él se corrió a la penÃnsula toda.
Éste humilde y modestÃsimo peñasco está a casi igual distancia de la punta de Almanza y de la punta Leona, en el Estrecho de Gibraltar, y depende de Ceuta. Es de figura triangular, de piedra, con algunos arbustos, de una milla de bojeo y de 74 metros de altura. Es tan modesto y apocado el islote que es difÃcil hallarlo, pues hasta cuando está el tiempo claro no se le puede distinguir de la costa africana, uno de cuyos numerosos salientes parece. Hay en él una caverna, caverna a la que veremos adquirir, gracias a M. Bérard, una extraordinaria importancia. La tal caverna, que bien merece ser fotografiada, tiene por entrada una hendidura de 20 metros de alto por siete u ocho de ancho, componiéndose luego de dos salas, y a los diez metros, de otra de 30 o 40 metros de largo. Según el Derrotero del Mediterráneo, podrÃan refugiarse en tal caverna hasta 200 hombres.
Tal es, según Bérard, la isla de Calipso, es decir, del "escondrijo", derivando Calipso del verbo griego Kalypto ocultar o esconder. Según la Odisea habÃa en ella perejil, de donde procede su nombre actual. Veamos ahora cómo este islote ha dado nombre a España, según Bérard siempre.
Dice éste: "He aquÃ, pues, la Isla del Escondrijo, la Isla de Kalypso, la isla de arbustos, sembrada de perejil y de violetas, alzándose sobre las ondas como un 'ombligo' sobre el escudo homérico y conteniendo dos mesetas, dos planicies, cubiertas de monte y de yerba. Que hayan conocido y frecuentado este refugio los primeros navegantes del Estrecho; que hayan adoptado esta maravillosa estación de pesca, de comercio y de piraterÃa los tirios o cartagineses en su cabotaje por la costa africana, es cosa que podemos afirmar a priori. Con la rada al abrigo de todos los vientos que deja entre sà y la costa; con su caverna accesible a los marinos e inaccesible a los terrestres, fácil de descubrir cuando se viene del Este, imposible de ver de todos los demás tuntos, con su alta atalaya que domina el mar de Levante y de Poniente; a la entrada del Estrecho, he aquà la mejor emboscada y el mejor depósito, la verdadera escala de las barcas primitivas. Sólo la topografÃa nos permite imaginar cómo tuvieron en este punto los primeros exploradores de las Columnas de Hércules unas de sus etapas y después uno de sus puntos de apoyo para el descubrimiento y explotación del mar occidental. Perejil fue la Isla, el Algeciras de los primeros marinos. Pero además de los datos topográficos tenemos, según creo, un nombre de lugar o más bien un doblete".
Y entra luego el erudito francés en lo más sorprendente y curioso de su trabajo, esto es, en establecer que el nombre Calipso -nombre del islote personificado en la encantadora- es la traducción del nombre primitivo de Perejil, que debió de ser I-spania. "Un doblete greco-semÃtico que va a llevarnos a la comprensión más exacta de este vocablo que empleamos sin comprenderlo, porque aplicamos al presente a toda la penÃnsula ibérica o española el antiguo nombre que los primeros navegantes semÃticos dieron a Perejil: España, I-spania, la Isla del Escondrijo".
El nombre de España se cree sea semÃtico por haber conocido los romanos nuestra penÃnsula merced a los cartagineses, y suele traducirse "isla del Tesoro", aludiendo a las riquezas mineras de nuestro subsuelo, de i, ai, e, isla y la raÃz semÃtica sapan, de donde se deriva sapun o sapin, tesoro. Pero M. Bérard da otra etimologÃa derivándolo de I-spanea, del sustantivo spanea, escondrijo. Y añade triunfalmente. "I-spanea no es más que la Isla de Kalypso, la Isla del Escondrijo, Perejil es la que era en un principio Ispania, y no fue sino por error o por una extensión de sentido por lo que este nombre pasó al continente vecino".
No es cosa de ponderar el descubrimiento de M. Bérard, que se pondera por sà solo. No faltará lector descontentadizo y difÃcil que no vea claro cómo pudo extenderse el antiguo nombre de la Isla del Perejil a toda España, pero con sólo reflexionar en que aquel nombre significaba Isla del Escondrijo, se le resolverán las dudas. Por mi parte la única dificultad que encuentro para admitir el brillante invento M. Berárd es que, según algunos paisanos mÃos, el nombre España deriva del vascuence ezpaña, labio, aludiendo a la posición que tiene nuestra penÃnsula en Europa, etimologÃa muy racional y justa, ya que saca el actual nombre de España (no Hispania) del actual nombre del labio en vascuence, pues siempre debe uno atenerse a actualidades, que es lo real, sin ir a buscar la forma antigua de nombre España y del nombre vasco ezpaña, y por otra parte es sabido que los que dieron nombre a la penÃnsula tenÃan a la vista constantemente un mapa de Europa. Más una vez salvado este escrúpulo, no tengo inconveniente en aceptar la brillante explicación de M. Bérard. Y ¡qué prestigio no adquiere Perejil! ¡Cuán insondables son las vÃas de la Providencia y qué inescrutables sus designios! En ese hasta hoy humildÃsimo y casi olvidado islote del Estrecho, frente al ominoso y agorero Gibraltar, tenemos al padre putativo de España, al que le dio nombre y con él individualidad entre las naciones. Bien podemos llamar a nuestra Isla del Escondrijo, a nuestra emperejilada Ispania, a nuestro gran Calipso, la PenÃnsula del Perejil.
MIGUEL DE UNAMUNO, elpais.com, 25.07.02